En un mundo saturado de mensajes, donde la atención es un bien cada vez más escaso, el humor se ha convertido en una de las herramientas más poderosas y eficaces para conectar con las personas, generar recuerdo y, sobre todo, transmitir mensajes transformadores. No es casualidad que muchas de las campañas publicitarias más memorables y efectivas de las últimas décadas hayan recurrido al ingenio, la ironía y la risa como vehículos de persuasión.

Pero el uso del humor no se limita al ámbito comercial. Su impacto se extiende a la educación, la cultura e incluso a momentos clave de la historia, demostrando que lo cómico no es sinónimo de banal, sino una vía legítima y potentísima para provocar pensamiento crítico, empatía y cambio.

Publicidad: campañas que nos hacen reír… y pensar

Un ejemplo son las campañas de Campofrío, especialmente sus anuncios navideños como «El Curriculum de Todos» o «Hijos del Entendimiento». Con un enfoque humorístico, estas campañas logran tocar temas sociales profundos – la identidad nacional, la convivencia, la polarización ideológica – sin caer en el dramatismo, utilizando la risa como punto de encuentro emocional.

También Pavofrío (del mismo grupo), cuya campaña «Deliciosa Calma» ironiza sobre las presiones que sufren las mujeres en la sociedad moderna, invitándolas a tomarse la vida con humor y, al mismo tiempo, con conciencia.

Otra propuesta destacada es la de CaixaBank con su campaña “A todos nos puede pasar”, realizada por Gete Comunicación y protagonizada por el mítico trío cómico Tricicle. En ella, el humor físico y gestual se pone al servicio de la prevención de ciberfraudes, alertando a toda la ciudadanía, especialmente a la población más vulnerable -como las personas mayores-, sobre las tácticas más habituales de los estafadores digitales. Con situaciones cotidianas llenas de malentendidos y gags visuales, la campaña consigue que un tema complejo y técnico se vuelva accesible, memorable y empático.

A nivel internacional, Old Spice revolucionó el marketing masculino con su campaña «The Man Your Man Could Smell Like». Un uso brillante del absurdo y el ritmo cómico que no solo revitalizó una marca obsoleta, sino que cambió las reglas del juego en la comunicación de productos de cuidado personal.

Educación: humor sobresaliente

En el aula, el humor es un aliado pedagógico. Diversos estudios confirman que los estudiantes recuerdan mejor la información si se presenta en clave humorística. Programas como El Hormiguero o Órbita Laika han popularizado conceptos científicos a través del entretenimiento, derribando la barrera de la “seriedad” que muchas veces impide que el conocimiento se difunda de forma accesible.

Docentes de historia o matemáticas que introducen chistes, anécdotas absurdas o referencias de cultura pop en sus clases logran motivar a su alumnado, disminuyen la ansiedad y mejoran la participación. El humor, en este contexto, actúa como un conector emocional y cognitivo.

Cultura y arte: sátira como espejo social

Desde Aristófanes en la antigua Grecia hasta las viñetas de El Roto en la prensa contemporánea, la sátira ha sido una de las formas más potentes de crítica cultural. En el siglo XX, movimientos como el Dadaísmo y el Surrealismo emplearon el humor como forma de rebelión frente al absurdo de la guerra y el poder.

El cine también ha sabido utilizar la risa como arma emocional y narrativa. Uno de los ejemplos más conmovedores es la película La vida es bella (1997), de Roberto Benigni. En ella, el humor se convierte en un escudo frente al horror del Holocausto: el protagonista, Guido, utiliza su ingenio y su ternura para proteger a su hijo del terror de un campo de concentración, haciéndole creer que todo es parte de un juego.

Series como Los Simpson o South Park han convertido el humor en una herramienta para cuestionar la política, los medios y la sociedad de consumo. Lejos de ser meramente cómicas, muchas de estas producciones han generado debates académicos sobre su rol en la formación de pensamiento crítico.

Historia: cuando la risa resistió al poder

Incluso en contextos opresivos, el humor ha sido un mecanismo de resistencia. Durante la dictadura franquista, los chistes políticos circulaban como una forma de desahogo y protesta velada. En la Alemania nazi, los llamados Witz (chistes subversivos) eran tan comunes que el régimen los persiguió como delitos.

La historia nos recuerda que el humor no solo divierte: puede incomodar, evidenciar contradicciones y movilizar a la acción.

Más allá del chiste fácil

Utilizar el humor en publicidad no es hacer “gracia por gracia”. Es entender el contexto cultural, jugar con la inteligencia del espectador y, sobre todo, transmitir un mensaje relevante desde una perspectiva inesperada. En un panorama mediático algo antipático, el humor bien trabajado puede ser el arma más seria para transformar percepciones, generar engagement y dejar huella… como la que deja una sonrisa.

Porque, como decía George Bernard Shaw, “si vas a decirle la verdad a alguien, hazlo con humor, o te matará”.